Partí de San Cristóbal. Caminé hasta el muelle donde bien temprano subí a la lancha Privilegio hasta Santa Cruz. El proceso es un poco caótico porque hay muchas lanchas y muchos pasajeros. Primero te revisan la valija. Luego tenés que esperar que te llamen. No es como cuando subís a un micro. Acá tenés que estar atento a tu lancha y a tu nombre. Primero entregás tu valija que pasa al interior de la lancha y recién después subís a bordo. Tras dos horas de navegación llegamos a la isla de Santa Cruz, la más moderna y populosa. Las lanchas no pueden atracar en el muelle así que tuvimos que trasladarnos en embarcaciones- taxis (que hay que pagar aparte) hasta el muelle. La manipularon tanto que me dio miedo de que mi valija cayera al mar. Después de varios viajes, empecé a acostumbrarme a tales acrobacias.
No le quité el precinto a la valija y la dejé en una oficina amiga de la agencia donde había comprado los pasajes (no me cobraron nada). El baño público que está frente al muelle sí me cobró unas monedas. Tenía que hacer tiempo hasta las dos de la tarde. Bajo ese calor. Fui a la oficina de turismo y comí un helado de café y kiwi en Le Figaró. Recorrí algunas agencias para averiguar precios de las excursiones y almorcé en uno de los kioskos el menú de pescado (Blue Footed Booby). La calle de los kioskos es una calle con restaurantes que al mediodía tienen precios económicos. Sin la sopa de entrada (no me gusta la sopa, menos con ese calor), pagué US$ 4 por un plato de pescado a la plancha, guarnición y bebida.
Merodeé por los dos supermercados que vi y descansé un rato en la iglesia. No fui más lejos porque tenía la mochila y ésta pesaba. Finalmente recuperé la valija y subí a la lancha hacia Isabela. De nuevo un taxi hasta el barco. Lo mismo en Isabela porque las lanchas (o «fibras») tampoco atracan allá.
Llegué cansada y un poco mareada a Puerto Villamil. Cometí el error de no tomar un taxi hasta el hostal pensando que era más cerca. Háganme caso: paguen un taxi que es barato. Caminar 1km con una valija no es negocio.
Encontré por fin el Hostal Insular. Habitación grande, con aire acondicionado, limpio y cómodo. Como había reservado por Booking no tuve que pagar aparte el libre uso de la cocina. El desayuno no estaba incluido pero al poder usar la cocina no hizo falta. Muy lindo hostal. Está bien ubicado, a dos cuadras de la calle principal y los restaurantes. Al lado de un supermercado. Además de lo típico que puede tener un hostal, me encantó que tuviera una ducha externa, cosa de poder bañarte aún después de haber realizado el check out. Lo malo son las escaleras y que no siempre hubiera gente en la recepción (recomiendo llevar la llave consigo para no quedarse afuera de la habitación). Tiene wifi gratuito, pero como descubrí en las islas, el wifi en todos lados era muy deficiente.
Isabela es la isla más grande del archipiélago aunque sólo una mínima parte está habitada. El turismo también es reciente. Recién comenzó luego de la erupción volcánica del 2005. Y es que Isabela tiene varios volcanes en su limitada geografía… ¡es una Payunia rodeada del océano!: el volcán Wolf (última erupción 2015), el volcán Darwin (1813), el remoto volcán Alcedo (1993), el volcán Chico, el volcán Sierra Negra (2005) y el volcán Cerro Azul (2008).
Si San Cristóbal es la isla de los lobos marinos, Isabela es la de las iguanas negras (iguanas marinas) que ya te reciben en el muelle a montones.
Contraté las excursiones en Adventure Island (me gustó que el guía fuera naturalista) y conseguí un pequeño descuento.
A la noche, muerta de cansancio, me preparé un plato de atún con fideos Ramen (esos chinos que se cocinan en tres minutos). Una lata de atún está a menos de US$ 2.
Al día siguiente me encontré con la chica que había conocido en Puerto Baquerizo (y que había venido a Isabela por recomendación mía) y fuimos caminando juntas hasta el centro de crianza de tortugas «Arnaldo Tupiza». No me gustó tanto como la Galapaguera seminatural de San Cristóbal pero el camino hasta el centro, entre humedales de flamencos me pareció hermoso. Luego visitamos justamente el Pozo de los Flamingos. Dicen que al atardecer se llena, pero a esa hora había poquitos. Caminamos entonces de vuelta y seguimos hasta el muelle Concha de Perla donde se puede hacer snorkel.
Había lobos marinos durmiendo en el pequeño muelle (en medio del camino, bajo el banco, arriba de las zapatillas que la gente había dejado…). Una iguana nos miraba sin interés. Nos pusimos nuestras antiparras y nos pusimos a nadar. No estuvimos mucho porque ella tenía que viajar a Santa Cruz. Yo pensaba volver en otro horario para ver más animales marinos (eso depende mucho de la marea) pero al final no tuve tiempo. Lo mejor es ir con marea baja.
Fui a cambiarme en el hostal y almorzamos pescado a la plancha con guarnición en Maestro de Casa (al mediodía el menú sale 5 dólares pero te cuesta 4 si no pedís la sopa). Muy buen pescado. Despedí a mi amiga ecuatoriana y fui a descansar un rato al hostal.
A la tarde fui a caminar hacia los humedales. Lo mejor, si uno quiere llegar al Muro de las Lágrimas, es hacerlo en bicicleta ya que son varios kilómetros. Pero yo llevo años sin subir a una bici y no quería empezar pagando y en terreno complicado. El alquiler no es barato pero tampoco es imposible de pagar. Está a US$ 3 la hora.
Seguí derecho por la avenida y me metí en un sendero al lado de la playa. Pasé la Poza de las Diablas, el cementerio y finalmente llegué a la entrada del Complejo de Humedales y Muro de las Lagrimas. La entrada es gratuita pero uno tiene que registrarse. Abre de 6 a 18hs y cuenta con un sendero de 5kms hasta el Muro. Sin apuro, recorrí la primera parte del sendero: La Playita, Pozas Verdes, Playa del Amor (playa orgánica hecha con restos de conchas, corales y erizos; lugar de anidación de las iguanas), Los Tunos y el Túnel del Estero (un túnel de lava). ¿Qué me faltó? Poza Redonda, Poza Escondida, El Estero y más allá el Camino de las Tortugas, el Cerro Orchilla y el Muro de las Lágrimas.
Volví caminando por la playa, viendo el anochecer junto al Pacífico. ¡Hasta vi algunos tiburones en la orilla y un lobo marino haciendo surf! Cené el menú de camarones a la plancha con guarnición en Cesar’s (6 dólares). Lindo restaurant frente a la plaza principal.
Al otro día fui a la mejor excursión de Isabela: Túneles de lava de Cabo Rosa. US$ 110. Incluye el equipo de snorkel, fotos y la filmación subacuática. Salimos a las 11 am. Navegamos en la lancha Capricornio hasta la parte de los túneles sumergidos. Hicimos snorkel en varios lugares y vimos gran cantidad de especies. Hablo de tortugas marinas gigantes que pasaron al lado mío, una cueva repleta de tiburones, manta rayas, peces varios ¡y hasta un caballito de mar! El guía fue una gran ayuda ya que nos indicaba dónde mirar. Me sentía como un chico en navidad. Un lobo marino se puso a jugar con nosotros en el agua. Fue una locura. Estuvimos bastante en el agua. Lo mejor es que tengo todas las fotos!!!
Luego caminamos por encima de los túneles entre cactus y piqueros de patas azules que ni se molestaban por nosotros. Al regreso pasamos por la fotogénica Roca Unión azotada por la olas.
Volví al hostal y cené pescado a la plancha con guarnición en Maestro de Casa (me había gustado mucho la otra vez). De noche no tienen menú pero me prepararon uno a 5 dólares. Si se preguntan por qué siempre pedía pescado o mariscos… bueno, los pescados y mariscos en Buenos Aires son horribles. Huelen mal y no tienen gusto a nada. Por eso no como mucho pescado excepto cuando viajo y aprovecho.
El domingo me levanté temprano para otra excursión, la más barata y esforzada (US$ 35, incluye una bebida, una fruta y un sandwich para comer). A las 7am me pasó a buscar por la agencia una «chiva» (colectivo abierto) hasta la entrada al volcán Sierra Negra. Allá hay un camping por si a alguien le interesa. Abre a las 6am y tiene al menos dos senderos. Uno de 8kms hasta volcán Chico (unas cinco horas) y otro de 12kms hasta las minas de azufre (7hs).
Nos dividimos en dos grupos: los que hablábamos castellano y los que hablaban inglés. Y empezamos a caminar. Como mi estado físico no es el mejor y nunca había caminado más de 9kms en total, mi idea original era no hacer el recorrido completo. La ida se hizo a buen ritmo y sin cansarme. Más o menos a los tres kilómetros llegamos a la caldera del volcán (cuando el cráter es muy grande se llama caldera). Imponente. Seguimos caminando aprovechando que estaba nublado y no arreciaba el calor. En un momento determinado alcanzamos el punto donde tenía que decidir si seguir y completar los 8kms de ida o emprender la vuelta. Me quedé en ese paisaje marciano descansando un rato sin saber qué hacer. No quería arrepentirme pero ¿qué hacía si mi cuerpo me decía basta? Por ahora estaba bien. Entonces llegó el grupo de habla inglesa que se había detenido a comer algo (mi grupo iba a detenerse a la vuelta) y decidí seguir con ellos. Llegué entonces al volcán Chico. Un paisaje espectacular.
El retorno fue duro. ¡Otros 8kms! Pero no fue tan duro por la distancia sino por dos cosas: la primera fue que empezó a salir el sol (yo saqué el paraguas y así me inmortalicé como la loca del paraguas violeta, seguro), la segunda es que volvieron apurados porque algunos tenían que tomar la lancha de la tarde. Odio cuando los guías se apuran. Me quedé rezagada, sola en medio del paisaje volcánico, tratando de seguir adelante. Obviamente no pude parar a comer nada. ¿Por qué el apuro? ¿Por qué no disfrutar?
Llegué y ya todos estaban en el colectivo. No sé si me esperaron mucho. Supongo que no. ¡Había caminado 16km!
Compré algo frío en un negocio a la vuelta del hostal (no pensaba caminar más): una porción de torta rellena con crema y una bebida y me recosté un rato. Más tarde fui a refrescarme en la playa más cercana, Malecón Cuna del Sol. Jugué con las olas. Después volví a ducharme y cené en El velero, el restaurante que me parecía el más pintoresco. Adoré sus lámparas. El menú me salió 7 dólares e incluyó: sopa de «camarones» (no me convenció pero si no la querías te la cobraban igual), pulpo a la plancha con guarnición de menestra y patacones, bebida y gelatina de postre.
Para el último día en Isabela originalmente había pensado en un tour a Tintoreras pero al final me decidí por algo distinto, algo que no ofrecen las agencias de turismo. Contraté una excursión privada (US$ 70, no conseguí quién me acompañara) al «volcán» Trillizos a través de la recepcionista del hostal (hija del dueño del lugar que yo quería visitar). Ulises, el guía y dueño, me pasó a buscar en un taxi y fuimos hasta la parte alta de la isla.
Lleven ropa cómoda y que se pueda embarrar. Ulises me colocó el arnés y los seguros y empezamos a bajar al cráter que forma parte del Sierra Negra. Empezamos un descenso de más de 100 mts. Todo muy seguro pero no apto para quienes sufren de vértigo. Se baja por diferentes escalas hasta llegar al fondo. Me sentía Indiana Jones. Ulises me contó que habían ido documentalistas a filmar allí. Es una actividad que mezcla la adrenalina y el aprendizaje de los minerales. La subida fue un poco más difícil. Llegué de nuevo a la superficie totalmente feliz, transpirada y llena de barro. ¡Es fantástico! Iban a colocar duchas porque uno tiene que ir directo a bañarse.
Comimos Guayabas de sus árboles. Luego visitamos la Cueva de Sucre y el Mirador del Mango.
Llegué al hostal donde me lavé rápido en la ducha externa y me cambié de ropa. No es una ducha muy privada pero funciona. Almorcé en El descanso pescado a la plancha con ensalada y helado.
Busqué la valija y caminé hasta la avenida para tomar un taxi. Como dije, no es caro. Había comprado el pasaje a Santa Cruz en el hostal para salir a las 14:30. Hubo un retraso porque un grupo de turistas que viajaba en mi barco todavía no había llegado de una excursión pero yo no lo sentí dado que me pasaron a otra lancha. La empresa era New Julie. Nuevamente taxi del muelle a la lancha y de la lancha al muelle. Adiós Isabela, la de calles de arena.
ISABELA-GASOLERA: ¿No querés gastar plata? Bueno podés hacer snorkel en Concha de Perla, visitar el centro de crianza de tortugas, los humedales y caminar (o ir en bici) hasta el Muro de las Lágrimas. Tenés 3 kms de playa. Podés ir además a la parte alta en camioneta-taxi (compartiendo gastos) y bajar en bicicleta. La cueva de Sucre y el Mirador del Mango están camino a Sierra Negra. Hay excursiones más económicas como la del trekking a los volcanes. Y creo que hay un colectivo para la gente que vive en la parte alta, aunque ni idea los horarios y la frecuencia (que no debe ser mucha). La mayoría usa bicicleta o comparte taxi.
¿Qué me quedó pendiente? Conocer la isla Tortuga, hacer el tour a Las Tintoreras, llegar al Muro de Lágrimas. Tal vez practicar kayak. Increíblemente me faltó conocer el mercado. Otros sitios sólo pueden visitarse si uno va en crucero.
DATOS:
- Adventure Island S.A. Av. Conocarpus y Escalecias frente al hotel Galapaguito: adventureisland2016@hotmail.com 052 529-068. Luis Gil Ortega: (+593) 0982859366.
- Hay muchas agencias de turismo en Isabela (el mismo hotel Insular se maneja con agencias) además de Adventure Island. Las más importantes son Pahoehoe y Rosadelco. Para la excursión a túneles pueden arreglar directamente con la Lancha Capricornio.
- Volcán Trillizos: alvarado_ulise@hotmail.com / cel: 0997685275, +593 5-252-9146 También pueden contactarse con Ulises a través de un hospedaje de su propiedad: la casita «Muro de las Lágrimas». Está a media cuadra de la avenida principal. Es un paseo imperdible si te gusta la aventura.
- Hay varios sitios que alquilan bicicletas. Uno es Shark’s Bikes en la Avenida Antonio Gil: sharkisbike@gmail.com / Mauricio Cartagena y Rubby Apolinario cel: 0959040904, 0959558307, fijo: 053016682.