Mi último día en Lençóis fue más que nada esperar en la terminal. Aunque el micro salía a las 9:45, me pasaron a buscar a las 8:50 (si bien la posada está en subida, se encuentra a pocas cuadras de la terminal). No me quejé porque «a caballo regalado no se le miran los dientes». El traslado estaba incluido por contratar dos excursiones con la agencia Chapada Adventure Daniel y la verdad es que no quería bajar por esas calles empedradas con la valija. Encima tuve que esperar bastante más porque el bus se atrasó media hora (venía de Seabra).
Para la vuelta, viajé abajo en un asiento individual para ver si podía dormir (no pude). Paramos de nuevo en los mismos sitios que a la ida.
Por suerte llegamos a Salvador más temprano de que lo indicaba el ticket. Estaba de vuelta aunque ya no iría a la playa. A las 18:37 pedía un Uber y a las 19 ya estaba en el hostel. Es posible tomar un colectivo a Praça da Sé (una plaza cercana al hostel en el centro histórico), pero me recomendaron no tomar el bus si era de noche.
Me alojé en el Hostel Laranjeiras, en pleno centro. Lo elegí porque leí que era muy seguro (era cierto que la policía para casi en la esquina). Por dentro era magnífico, más un hotel que un hostel (por lo menos para mí que elegí una habitación con baño privado). La habitación era enorme, con una cama doble y una single. Wifi, aire acondicionado, ventilador de techo, placard, alargador y un baño amplio con ducha caliente. Incluye desayuno buffet (muy rico) y, si bien cuenta con un restaurant con precios económicos (aunque no mucha variedad), en el sótano hay una pequeña cocina con heladera para los huéspedes, hornalla y utensillos para prepararse algo sencillo. También tenía un bebedero con agua fría. La atención fue siempre muy buena. ¿La única contra? Las escaleras y el ruido por la noche. Conste que el ruido no era del hostel (super silencioso) sino de los espectáculos musicales de la zona. Supongo que es imposible hospedarse en el centro y no escuchar algo de música. Igual terminaban temprano.
Era hora de conocer Pelourinho y sus calles empedradas.
Dudé de contratar alguna excursión (pensé en el bus turístico o un free tour a pie), pero al final me moví por mi cuenta. Ya no quería depender de horarios. Quería manejarme con mis propios tiempos.
Comencé con la Iglesia de la Tercera Orden de San Francisco que estaba a metros del hotel (R$10). La fachada y el interior del convento es interesante, aunque no sé si vale la pena el precio de la entrada. Luego sí fui a la imperdible Iglesia San Francisco (R$5) que es una verdadera belleza. Es una iglesia del siglo XVIII, considerada una de las maravillas de origen portugués en el mundo. Los retablos barrocos de oro te dejan boquiabierto. Como no se puede usar flash, mis fotos no salieron en foco, pero más arriba les dejo un enlace a un video que muestra el interior.
Seguí luego hacia la plaza principal y la Catedral (R$5). La catedral no alcanza la grandiosidad de la Iglesia de San Francisco. Fue una lástima que los museos aledaños de Arqueología y de cultura Afro-brasilera estuvieran cerrados porque quería conocerlos. Las otras iglesias que rodean la plaza también estaban cerradas.
La oficina de información turística está frente a la plaza, a metros de la catedral.
Continué hacia la Praça da Sé donde hay una fuente y varios puestos callejeros. Otros museos e iglesias cerradas. Llegué a otra plaza y al famoso Elevador Lacerda que me llevó a la zona del puerto en segundos (cuesta centavos).
En el puerto fui al Mercado Modelo para hacer compras. Se puede comprar de todo: desde souvenirs, artesanías, remeras, ropa, comida. Hay restaurants con todo tipo de precios. Pasé a la terminal náutica que está a la vuelta para averiguar horarios (con un día tan soleado hasta era tentador ir a Itaparica, pero quería terminar de conocer el centro), me tomé un coco helado y retorné al hostel.
No me quedé mucho adentro. Fui a pasear por las tiendas de Pelourinho (muchas pinturas, arte afro-brasilero y más souvenirs). Luego subí la escalinata a la Iglesia del Santísimo Sacramento do Passo, pero no entré a la iglesia porque estaban en misa. Pasé por fuera de la Iglesia de la Tercera Orden del Carmen (cerrada) y saqué fotos en el Largo do Pelourinho.
Pasé al supermercado Super Bompreço, para lo cual tuve que salir del centro (y ya no es tan pintoresco). Estaba cerca, pero más allá de la avenida Seabra el ambiente cambia.
Comí pastas que me preparé en el hotel y luego salí a realizar un paseo nocturno por el centro. Hermoso.
El otro día fue ¿regalado en cierto sentido? Originalmente yo tenía mi vuelo de regreso el domingo porque el lunes tenía que trabajar. Salía a mediodía con una escala en Porto Alegre. De repente recibo un email con un cambio en el vuelo. No lo podía creer. Salía el domingo a la misma hora pero en vez de una escala de horas ¡ahora tenía una escala de días! Básicamente hasta el martes a la tarde. Llamé de inmediato a Aerolíneas Argentinas y logré que me cambiaran a otro vuelo con escala en São Paulo, pero ya no el domingo sino el lunes. Tuve que hablar en el trabajo y pedir una noche más en el hostel. Por suerte el email llegó con suficiente tiempo para poderme organizar.
Esto es lo que hice ese domingo extra que no estaba originalmente en mis planes. No contraté ningún tour. Como ya mencioné, estaba cansada de depender de otros. Decidí tomar el metro (y, de paso conocerlo) hasta el Shopping de Salvador. El mismo es enorme, tiene un supermercado pero la mayoría de las tiendas abren después de las 12. El shopping está cerca de la terminal. Pasé por el convento de Santa Clara (cerrado) y tomé el metro en la estación Campo da Pólvora hasta Acesso Norte para cambiar a la línea 2 que comienza ahí. Me bajé en la estación Pernambués. Todo muy seguro y práctico.
No es que sea muy de ir a shoppings, pero ahí estaba la única tienda de Decathlon de Salvador y quería comprar unas zapatillas. Volví de la misma manera, pero me bajé en la estación de Lapa para conocer otra zona. Al ser domingo todo estaba muy solitario. Pasé por la iglesia cerrada de San Benito. No sé si los templos están cerrados por alguna cuestión en particular o es así la cosa.
Luego seguí paseando por Pelourinho y sí, compré alguna artesanía más. Después de cenar algo en el hostel, fui a recorrer la noche y me senté en la plaza principal a escuchar música y a observar a la gente: el vendedor de sopas, los enamorados, los bebedores de café, los que como yo iban a disfrutar del frescor nocturno. Fue una hermosa despedida de la ciudad.
Al otro día utilicé nuevamente el Uber hacia el aeropuerto. Se me hizo larga la espera en São Paulo, especialmente porque me tocó en la terminal más alejada y más fea de todas. Finalmente llegué casi a medianoche a Aeroparque. Como no se conseguía ni taxi, ni Uber ni Cabify, me tomé el colectivo 33 a casa. No era lo ideal a esa hora pero quería llegar.
Lamentablemente por un problema de salud no pude disfrutar de los platos típicos de la región. Pero acá les copio las recomendaciones que había leído. Voy a tener que volver aunque más no sea para comer.
Acarajé de camarón en el puesto de Tania, bajo el faro. Hay muchos puestos callejeros de acarajé, pero vi que también lo vendían en el shopping.
Moqueca (guiso de mariscos). No es un plato económico, pero se puede pedir media porción. En Lençóis se puede comer la versión vegetariana de moqueca con palmito de jaca (Dame Food Brasil).
Cocada (postre riquísimo que sí pude probar y compré para traer a casa).
Quindim (postre que creo que también comí).
En Lençóis hay platos típicos con plátano y cactus (palma).
En la ciudad de Salvador me quedó por conocer la Iglesia Nosso Senhor do Bonfin porque se encontraba un poco lejos. Tampoco fui a la feria de Sao Joaquim. También hay más playas por la zona. Es un sitio que vale la pena repetir.
Bueno, «paraíso escondido» para los argentinos para quienes Brasil es sólo sinónimo de playa, no para los brasileros. Lençóis es uno de los pueblos que permiten visitar la hermosa Chapada Diamantina, llamada así porque durante años fue centro en la recolección de diamantes. El desarrollo turístico de la región empezó a mediados de la década del 70, pero recién se hizo un nombre gracias a las telenovelas muchos años después. Hoy recibe turistas de todo el mundo y no es un destino económico, si lo comparamos con otros del mismo país (es similar a los costos de viajar a la Patagonia). Sin embargo, vale la pena cada centavo gastado. Yo me alojé en Lençóis porque es la localidad más turística y tiene más alojamientos y agencias. Al ir sola me pareció preferible. Además es muy pintoresco.
Es importante que no vayan durante la temporada de lluvias (entre noviembre y abril) o no van a poder disfrutar de muchos de los sitios. Yo fui en la estación seca y aún así llovió bastante.
Actualmente sólo es posible llegar a Lençóis por autobús o transfer (desde la pandemia no funciona el aeropuerto). La empresa de micros de llama Rápido Federal/ Real Expresso. Como extranjeros no podemos pagar el pasaje directamente a través de su página porque no aceptan tarjetas de crédito de no residentes. La alternativa, aconsejada por la propia página, es Brasil By Bus. Esta página tiene una comisión inferior de compra a Plataforma 10 (donde también pueden abonar el pasaje).
En mi última mañana en Salvador, aproveché para recorrer la playa e inundarme de sol y mar. Luego tomé un Uber (25 reales) a la terminal. Podría haber ido en colectivo (que paraba a metros de mi alojamiento), pero al final me decidí por la comodidad y la seguridad. Llegué temprano así que pude ir tranquila a la boletería en el primer piso e imprimir mis pasajes (cuando comprás online te dan un voucher que es necesario validar en la empresa). Los micros se anuncian a Seabra.
Salimos puntuales a las 13hs y debíamos llegar a las 19:25 pero nos retrasamos y llegamos a las 20:15. La ruta es horrible, llena de pozos y camiones. Tiene varias paradas (Feira de Santana -14:30-, Santo Estêvão -15:30-, Itaberaba -17:30). Asimismo hubo una parada para comer en Portal do Sol, a la salida de Itaberaba (comí un pão de queijo, como chipá pero más grande) . Por suerte al acercarme a Lençóis tuve señal en el celular y pude comunicarme con mi alojamiento así que me pasaron a buscar. La verdad se los agradezco mucho porque si bien no están lejos de la terminal, están en subida y hubiera sido imposible con mi valija (y más sin conocer la zona).
Me hospedé en la Pousada de Lurdinha por precio y buenas reseñas de Tripadvisor. Estuve una semana y me sentí muy cómoda, muy cuidada. Mi habitación era amplia, con cama matrimonial, heladera, televisor (que no usé), wifi gratuito, placard y, por supuesto, baño privado. En vez de una ventana, tenía una puerta que daba a un balcón-patio privado con una vista impresionante. Hermoso. Desayuno incluido y se podía utilizar el microondas. Sí, a la mañana había un poco de ruido porque mi habitación estaba frente a la cocina y preparaban el desayuno, pero no me pareció nada insoportable. Además uno no viaja hasta allá para dormir sino para pasear. La zona es tranquila, a pocas cuadras del centro. Si quieren más movimiento, eso sí, deberían quedarse en el centro de Lençóis.
Aunque me dijeron que el agua allá era potable, por las dudas fui a un mercadito cercano (a dos cuadras) y compré una botella de agua mineral. El agua de Chapada contiene muchos minerales y a veces uno se descompone mientras el cuerpo se acostumbra.
Al otro día tuve mi primera excursión. Había contratado el paquete «3 Días de Aventura» con Cirtur, la empresa de turismo más antigua de Lençóis. Muy buena agencia (siempre puntual). Tienen varios paquetes y pueden ahorrar algo de dinero. Claro que todas las excursiones son caras, pero es muy poco lo que se puede hacer por cuenta propia si uno no tiene auto. Ojo que los guías sólo hablan portugués aunque es posible entenderse sin problemas.
La primera excursión fue la más completa y es imperdible: Grutas con Morro do Pai Inácio.
Me pasaron a buscar a las 8 y salimos hacia la Gruta da Lapa Doce, una de las mejores de Brasil. Es una gruta con salones amplios así que es apta para claustrofóbicos. En la gruta también hay otros recorridos pero al ir con un tour no pude hacerlos (les dejo los datos debajo). Almorzamos en el restaurante del lugar que es tipo buffet y así es que pude probar dos platos típicos de la zona.
De ahí fuimos a Fazenda Pratinha, un complejo turístico con alojamiento y restaurante donde se pueden realizar actividades varias. La entrada estaba incluida en la excursión, pero no así las actividades extra. De todo lo que ofrecen (flutuação, pequeña tirolesa, kayak, foto sub-acuática, cabalgata), yo contraté la flutuação por la Gruta Pratinha. Los R$100 mejor gastados de mi vida. Nos dieron el equipo de snorkel, chaleco salvavidas y linternas para sumergirnos por media hora en la gruta inundada. Fue una experiencia única. ¿El agua estaba fría? Sí, pero no importó.
Terminado el paseo fuimos a sacarnos fotos en la Gruta Azul que está en el mismo complejo. No se puede bajar a esta gruta, así que es sólo para fotos. Para darles una idea, estas grutas de Brasil parecen cenotes. Así de bellos son.
Luego pasamos un buen rato en el agua que alimenta la Gruta Pratinha y que asemeja una piscina de aguas cristalinas con peces que a veces te mordisqueaban un poquito (son los que usan en algunos spa para comer la piel muerta, no te lastiman).
¡Pero el paseo no terminó ahí! ¡No! Terminó viendo el atardecer desde la cima del Morro do Pai Inácio con un paisaje de película.
El otro día despertó con lluvia, y eso que fue en la temporada seca. Eso no suspendió la excursión ya que íbamos a grutas. Primero paramos unos minutos frente a una cascada al lado de la tienda de artesanías Toca do Morcego (Andaraí) aprovechando que en ese momento no llovía (de hecho, el día poco a poco comenzó a mejorar y a la tarde salió el sol). Luego, a metros de llegar a destino, tuvimos que bajar del auto porque había demasiado barro y el vehículo resbalaba por la pendiente (eso pasa por no tener una 4×4). Finalmente llegamos al Poço Encantado.
Dejamos los bolsos y nos dieron cascos y linternas. Bajamos hasta la entrada de la gruta y nos adentramos en la oscuridad. Nos detuvimos frente a otra entrada, cosa de poder vislumbrar la luz pegando sobre el agua de la gruta. Es una especie de cenote aunque no se puede nadar (antes sí) porque el agua no fluye y se contamina. Cuando un rayo de sol penetró en la negrura y convirtió al agua en un azul brillante todo se volvió mágico.
De ahí fuimos al Poço Azul, un sitio que tiene una mayor infraestructura. Cruzamos un puente de madera y entramos al sitio. Para meterse en el agua había que ducharse antes. Como estaba nublado hacía un poco de frío. Bajamos a la gruta e hicimos un poco de snorkel. Más allá del área medianamente iluminada donde nadamos, han encontrado restos paleontológicos de más de 14 especies de fósiles. Lamentablemente no había mucha luz para disfrutar del todo el snorkel. Más tarde, cuando salió el sol, volví para sacar fotos. Almorzamos allá comida buffet. Sólo me hubiera gustado un poquito más de calor.
Al día siguiente tenía mi última excursión con Cirtur, pero pasó para otro día porque la tormenta de la víspera hacía que el paseo fuera peligroso. Dediqué ese día a descansar y pasear por la ciudad. No quise contratar otra excursión. Fui al centro de Lençóis a sacar fotos y comprar artesanías. Ahí descubrí que la mayoría de los negocios abre a las 16h. Pasé por una feria donde productores locales vendían frutas, verduras y especias a precios ridículamente baratos. Y todo muy rico y fresco. Comí algo en la posada y salí hacia las piscinas naturales del Parque Muritiba.
El Parque Municipal Muritiba es gratuito (por el momento) y está cerca del centro. Si uno quiere recorrerlo es recomendable ir con guía pero yo sólo me quedé en las piletas do Serrano con los pies en el agua. Estuve horas. Recorrí un poco, pero no quise perderme. Luego conocería más del parque.
Al volver al pueblo descubrí que habían sacado sillas y mesas a las calles y todo había cobrado vida. De noche es precioso. En ese sentido lamenté un poco que mi alojamiento no estuviera en el centro. Claro que seguramente debe ser muy ruidoso.
La entrada al centro se da a través de un puente de arcos, hay calles de piedras de estilo colonial, casas bajas con tejas y esa sensación de tranquilidad que los citadinos hemos olvidado.
La tercera excursión de esa agencia fue la más larga y la más espectacular. Me pasaron a buscar a las 6 de la mañana para ir a la cascada de Buracão. Para este paseo cambiamos de guía. Al principio llovía pero no fue mucho. Todos los paisajes que veía por la ventanilla me parecieron hermosos. Después de más de dos horas, paramos a desayunar en Ibicoara, en Coffe Chapada. Yo comí un pão do queijo.
Seguimos viaje hacia el sur. Pasamos el cementerio bizantino y el pueblo de Mucugê donde muchos recomiendan hospedarse para hacer este recorrido. Lo ideal sería realizar algunos paseos desde Lençóis y otros desde Mucugê para tener una visión completa de Chapada Diamantina.
Caminos de curvas, arcoíris, caminos de tierra. Nos unimos a otra guía y paramos en la entrada del camino a la cascada. Desde ahí serían 3km de caminata bordeando el río Espalhado. Antes de llegar a nuestro destino paramos en la cascada de Buraquinho y nos adentramos en el cañón. De repente la vegetación cambió y me sentí como en una película de Indiana Jones. En ese momento nos topamos con la mágica cascada de las Orquídeas. Ahora venía lo mejor.
Nos acercamos al río, nos pusimos los chalecos salvavidas, dejamos nuestras cosas entre las rocas y nos metimos en el agua helada. Como la correntada era intensa por la tormenta del otro día no pudimos nadar hasta la cascada (aunque entré en calor intentándolo). Era imposible nadar contra la corriente así que nos subimos a las piedras del cañón y caminamos por el borde hasta estar frente a la inmensa cascada de Buracâo (en un momento me caí y la guía me subió de nuevo al borde). Era difícil ver por la lluvia intensa que producía la caída de agua. Pero llegamos y fue impresionante. Mientras avanzamos por el cañón la íbamos escuchando y de repente la tuvimos de frente con sus 85m de altura. No hay palabras para describir lo que sentí. Todo el esfuerzo valió la pena.
Para el retorno sí nos metimos en el agua y dejamos que nos llevara la corriente. Lo único malo es que fue demasiado rápido para mi gusto. Me encantó.
Comimos la vianda y emprendimos el regreso. Esta vez paramos en la cima de la cascada para verla desde arriba. Espectacular para fotos. Desde allí se puede realizar rapel y era tentador, pero estaba cansada y no era económico.
El paseo fue maravilloso. Llegamos de vuelta a Lençóis alrededor de las 19:30. Cansados pero felices. Es una excursión imperdible si les gusta la aventura.
Para el día siguiente ya no seguiría con la misma agencia de turismo sino que cambiaría a Chapada Adventure Daniel, la más grande e importante de Lençóis. El cambio lo hice porque esta última empresa tenía dos sitios que me interesaban mucho y que no estaban incluidos en la otra agencia. No se armó grupo, pero me cobraron lo mismo. Me pasaron a buscar a las 9 (no fueron tan puntuales como la otra agencia) para ir a Serra das Paridas, un sitio arqueológico con pinturas rupestres de hace miles de años. Me resultó interesante compararlas con las de la Cueva de las Manos. No podían esperar que viajara y no pasara por algún sitio arqueológico. No sería yo. No se sabe mucho sobre esas pinturas rupestres ya que se descubrieron hace menos de 20 años.
Luego almorzamos en Garimpo Gourmet el plato del día (comí postas de pescado) y fuimos al Parque Muritiba. Ahora sí iba con un guía.
Desde las piscinas naturales donde yo había estado antes seguimos derecho bordeando el río hasta la Cascadita. Hasta ahí no es difícil llegar. Me metí en el agua un rato y sí, me resbalé yendo hacia el otro lado. Para seguir a la siguiente cascada el camino se complica. Hay que ir hacia la derecha y luego seguir recto aunque orientándose hacia la diestra. No está señalizado. No fue fácil llegar hasta la cascada Primavera así que preferí no subir al mirador. No hubiera llegado sin guía.
De ahí seguimos al Pozo Halley. Para eso retrocedimos, tomamos otro camino y cruzamos el río. Allí hay sitios donde meterse al agua así que lo hice antes que se fuera el sol. Avanzamos luego por esa margen del río hasta Arenas de Colores. Esa zona es laberinto. Al final terminamos en las piscinas naturales, pero ya no me metí en el agua porque había bajado el sol y estaba más fresco. El agua del río no es cálida.
No volví hasta el hotel con el guía sino que me quedé en el centro para comprar artesanías y cositas varias.
Y al otro día haría mi última excursión en Brasil. Primero fui con el mismo guía hasta la Gruta Torrinhaque es increíble. La mejor de todo el viaje. Si les gusta la espeleología como a mí no pueden perdérsela. Tiene formaciones únicas. No se por qué no va más gente. Sí, tiene partes más complicadas que la Gruta da Lapa Doce, pero posee rosas de aragonita, algo que no es usual en todas las cavernas. Las flores de aragonita o antoditas son espeleotemas de cristales, básicamente, estalacticas en forma de flor. Estuvimos dos horas en la gruta y me alegro mucho de haber optado por esta visita.
Almorzamos en el restaurante de la Gruta da Lapa Doce que queda cerca.
Después fuimos a la cascada do Pai Inácio, una cascada pequeña cercana al morro del mismo nombre. No había nadie así que tenía la cascada para mí sola. Nadé un poco pero el agua estaba helada y no me gusta el frío.
Volvimos y yo me dediqué a preparar la valija. Al día siguiente tendría que abandonar Lençóis.
OTRAS CASCADAS: cascada do Sossego, do Mosquito, Pozo del diablo, da Fumaça (la más alta de Brasil con 340/380 m), Riachinho, Fumacinha (difícil recorrido), Mixila, Poção, Capivari, Encantada, Tiburtino, Piabinha.
OTROS SITIOS: Ribeirão do Meio, Aguas Claras, río Mucugezinho, Plantaciones de frutillas, Mirante do Pati, Parque Municipal Sempre Viva, trekking en el Vale do Pati (3 a 5 días).
DATOS:
Gruta da Lapa Doce: ruta 1 R$100 (una persona)-50 (a partir de tres). Gruta Lapa do Sol (ruta 2/ pinturas rupestres): R$60 (a persona)-35 (a partir de tres). El sistema subterráneo de Lapa Doce tiene un total de casi 20 km. ¡Imaginen! Obviamente sólo se recorre una parte minúscula del sitio (850 m).
Si tienen tiempo, desde Toca do Morcego pueden ir al Pozo de Donana.
Precio de la entrada a Pozo Azul si van por su cuenta: R$ 40 por persona.
Otros alojamientos en Lençóis: El primero es un sitio muy cerca de la terminal. Se llama Pousada Orquídea da Chapada (75) 9 82448413. Sólo lo vi por fuera, pero en Booking tenía buenas reseñas. Los otros dos son alquileres y tenían carteles en la terminal. Casa de alquiler por temporada 75998491321/ 999164143; casa de alquiler en el centro (mínimo tres días) 75999904902 (Guille).
Mucugê tiene varias cascadas cercanas (Corrego de Pedra, Andorinhas, dos Funis, do Cardoso, Moça Loira, da Matinha, dos Cristais, das Tres Barras, Bate Palmas, etc). También tiene pozos (das Laranjeiras, Redondo, Fogão, etc). Hay pinturas rupestres, senderos en el Parque Municipal, etc.
Si quieren realizar rapel en la cascada de Buracâo, avísenle al guía a la ida. No tengo los precios.
No recomiendo ir al Parque Muritiba solos excepto que se queden en las piscinas naturales. No está señalizado a propósito porque está pensado para ir con guías. Pueden perderse y el problema es que si hay tormenta el río crece rápido y se vuelve peligroso.
Si contratan dos excursiones con Chapada Adventure Daniel les ofrecen traslado gratuito desde la terminal al hotel o desde el hotel a la terminal. Yo opté por la segunda alternativa.
Para estas vacaciones de invierno decidí desafiar los dichos de la ministra de economía argentina y viajar al extranjero. Al no poder pagar el pasaje de avión en cuotas, no me alcanzó para Europa. Ahí decidí realizar un viaje que llevaba años deseando: conocer Bahía, en el país vecino de Brasil. Compré los pasajes por Aerolíneas Argentinas e hice las reservas por Booking.
Leí mucho y seguí consejos de varios otros viajeros. ¡Por fin volvería a hacer snorkel! Antes del viaje fue toda ansiedad ya que llevaba más de dos años sin salir del país. Tuve que ir a Aeroparque de madrugada. Por el horario era mucho más caro Cabify o Uber que un taxi por lo que fui en un radio taxi que conozco: Taxi Paris. El conductor llegó unos minutos antes por lo que tuve bastante tiempo de espera. Por fin salimos y muy poco después llegamos a Porto Alegre. Tuve que retirar la valija, hacer el check in de nuevo y migraciones. Por suerte iba con tiempo. Allí cambié el chip del celular.
Me interesaba estar comunicada en Brasil y, si bien es más barato comprar el chip allá, yo quería ir segura de modo que lo compré en Buenos Aires en Hola Sim que tiene un local en el centro. Sinceramente funcionó muy bien (hay que tener un celular liberado). Y gracias al cupón de Sir Chandler me ahorré unos pesos. También pueden averiguar si le conviene el roaming. Depende de cada empresa de telefonía.
Después de una breve escala seguí a Salvador y, por fin, el calor. Odio el frío. En la oficina de turismo del aeropuerto (y realmente, en todos lados) me recomendaron pedir un Uber. Allá se manejan fundamentalmente en Uber, que es legal y muchos hasta tienen un cartel que los identifica como tales. El taxi es caro, el colectivo es inseguro (en la primera semana en la que estuve atacaron uno y robaron a todos los pasajeros) y el metro no llega a todos lados. Nadie te recomienda usar colectivo. Antes había uno especial al aeropuerto, pero desapareció con la pandemia. Si es un trayecto muy largo pueden combinar Uber con el metro. Más allá de esto, sí, hay un colectivo de línea que va del aeropuerto a Barra y al centro (4,90 reales). El metro llega al aeropuerto pero todavía es muy nuevo y faltan estaciones (4,10 reales). Si no tienen valija creo que el metro es lo ideal. El Uber me costó 65 reales en efectivo hasta mi hospedaje en Barra. Tardó media hora (en colectivo es mucho más porque tiene muchas paradas).
Había leído mucho sobre dónde alojarme en Salvador y el barrio mejor calificado era Barra así que busqué un hotel por ahí que no fuera costoso. Al final encontré la Pousada Papaya Verde, a cuadras de la playa y del faro. La ubicación, perfecta. Cerca del mar, del Shopping de Barra, de restaurantes y en una zona donde me sentí muy segura. La habitación era pequeña y le faltaba algún perchero, pero era cómoda. Tenía minibar, aire acondicionado, ventilador de techo, un armario, baño privado con buena ducha caliente y bidet. A eso sumen una linda terraza con hamacas y sillones, un jardincito delantero (con monitos saguis) y desayuno buffet con jugos variados, tortas, frutas y demás. El área es tranquila y sólo me molestaron un poco los otros huéspedes que hablaban a los gritos en el pasillo. Atención y limpieza, impecables. Francamente, volvería a quedarme ahí. Ojo que solamente aceptan pago en efectivo.
Apenas llegué fui a una sucursal del Banco do Brasil para hacer el depósito requerido de reserva a las excursiones de Lençóis (adonde viajaría luego). Originalmente pedían un depósito por Paypal, pero por las restricciones que existen en Argentina no pude hacerlo. Hablé con la agencia y aceptaron mi propuesta de hacer el depósito al llegar a Brasil. No se puede hacer por cajero automático, pero el banco estaba vacío y me atendieron enseguida en la caja. Fue un trámite muy rápido (yo había llevado efectivo para tal fin). Tanto para la posada como para este depósito necesitaba dinero en efectivo por lo que llevé reales. Si están autorizados, pueden comprar en el banco donde tienen su cuenta con un límite por mes. Sino sólo queda el real Blue. En Brasil no pude sacar dinero de cualquier cajero. Únicamente pude hacerlo en los ATM del Banco Bradesco. Siguiendo los consejos de Sir Chandler, no retiré dinero con la tarjeta de débito, sino con la de crédito. No usé la tarjeta de débito para nada. Por otro lado, la última vez que había viajado a Brasil, trataron de clonar mi tarjeta de débito y leí que eso es muy común allá. No usen la tarjeta de débito (salvo que no tengan alternativa) y no entreguen la de crédito. En Brasil todos les van a acercar el postnet para no tocar el plástico. Aproximan la tarjeta y listo. Y hasta los vendedores ambulantes tienen postnet.
Fui luego al supermercado (compré principalmente agua mineral), compré un helado en Açaí Connect (autoservicio) y caminé un poco por la costanera. Finalmente me duché, cené pollo asado con arroz del super Hiperideal y me acosté temprano.
Aunque el pronóstico para el sábado decía que sería un día espléndido (como efectivamente resultó) en medio de la temporada de lluvias, no contraté ningún tour porque necesitaba descansar. Me levanté tarde, disfruté del variado desayuno de la posada y fui a conocer el fuerte y faro de Barra. Además de poder subir al faro propiamente dicho y tener una vista espectacular, se visita un museo marítimo. No recuerdo el precio de la entrada. No me di cuenta de bajar al Buraco da Sereia.
Más tarde fui a la playa de Porto da Barra, la mejor de la zona. No llevé dinero ni tarjetas. Dejé mis sandalias, toalla y cámara a los pies de una señora que prometió cuidarlas. Entré al agua con el celular en una funda. No me daba mucha confianza, pero bueno. Debo haber estado una hora en el mar, siempre vigilando mis cosas. Había mucha gente porque era fin de semana. Volví al alojamiento a ducharme y salí de nuevo hasta la zona de Porto da Barra porque quería comprar algunas cosas (hay varias tiendas). Vi el atardecer desde el Fuerte de Santa María y disfruté con el mapeo de pinturas de Carybé sobre el Fuerte de San Diego. Comí un helado en Doce Gelato y volví por la costanera. Al otro día sí tendría mi primer tour.
Originalmente me había contactado con De Boa Turismo porque tenían un descuento en un paquete de tres excursiones que me interesaban, pero al final no tenían una de las tres (la de Mangue Seco que quedó pendiente ya que ninguna agencia la hacía). Igual organicé dos paseos con ellos. En los dos me derivaron a otras agencias. El trato fue muy bueno, pero no realicé ningún tour directamente con esa empresa.
Al otro día me pasaron a buscar puntualmente a las 7:30 hacia Praia do Forte. La agencia a la que me derivaron se llama Tartaruga Azul Tours y me gustó mucho el servicio brindado.
Salimos hacia Praia do Forte. ¿Se puede ir en colectivo? Sí, pero no pude confirmar los horarios actualizados del transporte público. En principio se podría ir y venir en el día. Sino habría que quedarse a dormir en Praia do Forte. En los datos les paso lo que había averiguado.
Al llegar a Praia do Forte nos dividimos entre los que íbamos a hacer snorkel y los que no. Al ser optativa, la actividad no está incluida en el precio de la excursión. Obviamente yo no lo pensé mucho y como llevaba mi propio equipo de snorkel solamente pagué por las fotos (podría no haberlo hecho, pero quería esas fotos). La empresa se llama Galego Mergulhos. Equipo (snorkel + crocs) y fotos costaba R$70, sólo fotos R$30. Yo había llevado zapatillas de agua: una gran idea porque la playa es muy rocosa. Fue hermoso volver a hacer snorkel después de tantos años, ver a los peces alrededor mío y poder darles de comer en la boca.
Terminado el snorkel, fui al Proyecto Tamar para recorrer el sitio donde rescatan tortugas marinas. Ya había pagado la entrada (R$35) a la guía para no tener que hacer fila. La verdad es que acá me hubiera gustado tener un poco más de tiempo. Igual pude ver todo. Parece un pequeño zoológico con tortugas en piscinas. Tal vez por eso no me terminó de convencer. Tienen varios tipos de tortugas, algunas bastante grandes. Me gustó especialmente una albina que me miraba a los ojos a través del cristal. También tienen tiburones y rayas.
De ahí pasé a la pequeña iglesia San Francisco de Asís y al centro de artesanías. Me hubiera gustado tener más tiempo para ver las vidrieras de la calle principal. Pero debía volver al bus para ir a Guarajuba. Allí paramos en el Bar do Carlinhos donde podíamos usar las instalaciones y guardar nuestras cosas. Yo no comí nada del restaurante (dicen que la comida es muy buena, eso sí, carísima) sino una lata de ensalada de atún que había llevado. Me fui a la playa a hacer snorkel y por suerte encontré varios peces. Compré cocadas deliciosas a la vuelta del restaurante (Cocadas da Eylane). A las tres de la tarde fui a cambiarme y ya volvimos hacia Salvador. Fue un día perfecto.
Al otro día me levanté de madrugada porque me pasaban a buscar ¡a las 5am! Sí, una verdadera locura. Esta vez fui con la empresa LCR Brisa al Morro de São Paulo en la isla Tinharé. Tampoco tengo quejas respecto al servicio. En sí, lo mejor sería ir al menos dos días al Morro porque el viaje es largo y complejo y uno termina muerto de cansancio. Para ir por su cuenta, abajo les paso las posibilidades, pero en principio son dos: ir en catamarán o hacer el recorrido mixto que hice yo.
Bueno, me pasaron a buscar y fuimos en la combi hasta la terminal náutica para tomar el ferry a Itaparica. Llovía cuando salimos pero luego paró y pudimos ver un dorado amanecer. El ferry es un transporte público y el barco (de origen griego) está bastante descuidado. El ferry de Internacional Travessias permite autos y hay que llegar una media hora antes de embarcar. Sale uno por hora. Nosotros partimos a las 6:30.
Una vez en Itaparica (el trayecto es breve) tomamos el bus a Valença para llegar al embarcadero cercano (casi dos horas de viaje). Si quieren, pueden hacer esta combinación por cuenta propia y comprar el pasaje de Bom Despacho, Itaparica, a Valença por Cidade Sol. Es posible comprar el boleto en la terminal náutica de Salvador mientras esperan la partida del ferry. Los autobuses los esperan al llegar. Está todo muy organizado. El atracadero Bom Jardim está a 14km de Valença (hay que bajarse en la rotonda policial, pueden preguntar). Se puede ir en colectivo o taxi.
De esa pequeña terminal cruzamos en lancha al Morro. ¡Por fin! Importante: no hay autos allá. Como el terreno está lleno de subidas y bajadas y los hoteles están un poco lejos, pueden contratar un taxi-carretilla. ¿Qué es eso? Bueno, un hombre que les lleva las valijas en carretilla hasta la puerta del hotel. Lo mejor igual es no ir muy cargados.
El sitio es muy pintoresco y parece sacado de una película. Yo seguí al guía hasta la segunda playa donde estaba reservado el restaurant Sambass para dejar mis cosas. Nuevamente, no pensaba comer ahí. Volví sobre mis pasos, subí al faro y fui a tirarme en tirolesa del morro a la primera playa (80 reales). Una experiencia única. Después aproveché para conocer las demás playas. La segunda es la más turística, pero la tercera me pareció más tranquila. Tiene una larga pasarela y también hay hoteles y restaurantes. Finalmente llegué a la cuarta playa y sus piscinas naturales donde se puede hacer snorkel. Casi no hay olas y uno puede caminar entre peces. La marea estaba muy baja así que no se podía nadar. Lamentablemente se nubló y sin sol comencé a tener frío en el agua. La cuarta playa tiene 4km de largo así que no alcancé a visitar la quinta porque no tenía mucho tiempo. Finalmente, tras un manglar, está la playa del Encanto. La conoceré en algún otro viaje.
Volví caminando a la segunda playa donde comí mi lata de ensalada de atún como almuerzo. El sitio era el paraíso. Fui a cambiarme al restaurante donde tenía mis cosas. A las 14h comenzó a llover. No me preocupé mucho porque a las 14:50 ya teníamos que estar frente a la iglesia Nuestra Señora de la Luz para ir al muelle de vuelta. Así que si bien se nubló y llovió, no fue que se me arruinó el paseo. Aproveché para ver artesanías y comer un helado en la Ribeira, la heladería más famosa de Bahía que tiene varias sucursales (R$12 la bocha).
Fue interesante volver en lancha bajo la lluvia (con una cubierta de plástico). Claro que por el tema del clima el retorno se hizo mucho más largo. Otra vez el autobús (esta vez con más gente) y el ferry. Me senté arriba con la guía de otra empresa esquivando las gotas de lluvia. Tuvo el encanto de lo imprevisible, de lo distinto.
Tras muchas horas, volví finalmente a la posada. Me duché, comí algo y me acosté.
Al otro día había arreglado a través del alojamiento con la empresa Express para hacer un tour exclusivamente a la Ilha dos Frades. En principio había comprado esta excursión en Despegar con la agencia Luck, pero me dijeron que no la iban a realizar y tuve que cancelala (y todavía no tengo el dinero de la misma porque quedó a cuenta en Despegar). En todos lados te ofrecen Ilha dos Frades con Itaparica, pero yo quería ir solo a la primera por reseñas que había leído. La cosa es que a las 7 de la mañana me mandan un mensaje diciéndome que se suspendía el paseo por el estado del mar a la vuelta. Casualmente me dijeron que el tour a Frades e Itaparica no se suspendía. Al final, perdida por perdida y ya que me había levantado temprano, hice lo que no quería: acepté el tour a ambos sitios con tal de no perder el día. Luego descubrí que hay un catamarán que va únicamente a la isla dos Frades, aunque no lo hace todos los días. Abajo les dejo la info.
El tour empezó bien. Me pasaron a buscar puntualmente y fui a la oficina a pagar el paseo. Ahí me derivaron a otra empresa y me empecé a preocupar porque terminé en Cassi Turismo, que tiene las peores reseñas en internet. La única agencia adonde no quería terminar. Ellos me llevaron a su propia oficina de donde salimos hacia la terminal náutica (bastante caótico todo). El problema en sí no fue el paseo, sino que te engañan para sacarte más plata. Básicamente son estafadores.
El tour empezó bien. El barco era lindo y tenía música a bordo (claro que no te decían que no estaba incluido y que tenías que pagarles a los músicos R$10 en efectivo). La navegación a la ida fue tranquila. Pasamos por el fuerte San Marcelo y nos adentramos en la Bahía de Todos los Santos hasta la isla dos Frades. Son más de dos horas de viaje. Nos ofrecieron una bandeja de fruta (dos bandejas en total para todo el barco) así que agarré una rodaja de sandía y otra de papaya. Luego pasaron con una bandeja de bebidas y, aunque sabía que las bebidas se pagaban (y eran bastante caras), como me pusieron el vaso en la mano y entendí algo así como «cortesía» terminé aceptándolo. Fui una tonta. Yo no había llamado al camarero ni usado la carta para no pagar ninguna bebida, pero caí ante este engaño. Y eso que me considero inteligente. Pero ¿qué iba a pensar si me ponen un vaso en la mano? Sinceramente pensé que esa ronda de jugos (una mezcla de sobras que ni siquiera era un licuado) era gratis. Tampoco me dieron ningún vale de lo que tenía que pagar. Hacia el final del viaje fueron de mala manera a pedirme de pagara y cuando traté de explicarles lo que para mí era un malentendido se pusieron violentos. Por miedo a una escalada, terminé pagando. Los del catering son una mafia y tienen todo muy aceitado para estafarte.
Pero volvamos al paseo en sí. Llegamos finalmente a la isla dos Frades. Ahí se paga una tasa de R$25 (yo le había dado el dinero al guía) porque es una reserva natural. Estuvimos menos de dos horas ahí ¡Y yo quería estar todo el día! Ni siquiera tuve tiempo de subir a la iglesia Nuestra Señora de Loreto. Aproveché el tiempo haciendo snorkel, pero me hubiera gustado quedarme. Tampoco pude visitar otra playa. En lo posible, busquen una excursión que vaya solo a esta isla. Yo no lo logré, pero no pierdo las esperanzas de viajar alguna otra vez a Salvador y hacerlo.
De ahí fuimos a Itaparica, específicamente al restaurante Manguezal (sí, todo está diseñado para que sigas gastando plata). Como el barco no se puede acercar a la orilla bajamos en botes y luego a pie. Fue interesante. En la puerta del restaurante te dan un número. Yo dejé mis cosas con una familia de argentinos que había encontrado y salí a la playa. No pensaba ir a comer ahí. La playa es muy linda, no hay gente y encontré un cardumen de peces plateados. Yo nadé mientras los demás almorzaban. Finalmente entré de nuevo al restaurante, me cambié y para salir tuve que cambiar el número que me habían dado por un papel que decía que no había consumido nada. De nuevo me había llevado una lata de atún.
Retornamos al barco ya para regresar a Salvador. El atardecer fue de película. La última parte del paseo fue bastante movida así que tenían razón los de la otra agencia respecto al mar.
Los paisajes fueron hermosos. Lástima que por la actitud de ciertos individuos, el paseo resultó agridulce.
Los demás días ya no tomé excursiones de día completo. Yo tenía ganas de ir a Mangue Seco, pero no encontré ninguna salida. Pensé también en el tour a las playas de San Antonio, Imbassai e Itacimirim o en tomar un colectivo a otras playas de Salvador, pero la verdad es que las que tenía cerca ya eran preciosas.
Era 20 de julio y aproveché para dormir hasta tarde y aprovechar a full el desayuno. Luego caminé por la playa hasta el Morro do Cristo. Fui al shopping da Barra y encontré que podía comer barato así que almorcé en Raizes. Comida saludable y rica. Tenía un tour gratuito a pie por Barra a las 15 así que fui un rato antes a Porto de Barra y esperé metida en el agua. Así vale la pena esperar.
Como vino una familia argentina nos dividimos en dos grupos: uno en portugués y otro en español. Mi guía fue muy simpático y nos contó muchas cosas. No lo dije, pero fue mi festejo del Día del Amigo. Los miércoles los museos son gratuitos, por lo que entramos sin cargo al Fuerte de San Diego para ver las coloridas pinturas de Carybé (un pintor argentino radicado en Brasil) y al Espacio Pierre Verger en el Fuerte de Santa María (fotografías). Nos contó la historia de Salvador y sus raíces africanas.
El paseo terminó con el atardecer desde el Faro de Barra. ¿Qué más se puede pedir?
Volví al shopping para cenar, pero esta vez en Vida. También un buffet por peso. Estuvo lindo con música en vivo en el patio de comidas.
Tampoco me levanté temprano al otro día aunque, como sabía que el clima iba a desmejorar, me apuré a ir a la playa de Porto da Barra. Me habían dicho que era la mejor playa para hacer snorkel. Salí con lo básico, cosa de no preocuparme por dejar algo sin vigilar mientras nadaba. Fui hacia el muelle de piedra, adonde el guía del día anterior me recomendó que buceara. Encontré muchísimos peces, un cangrejo, calamares y ¡una tortuga! Fue mágico nadar con una tortuga marina. Estaba tan absorta que hice un mal movimiento y me lastimé las costillas. Luego volví a la posada a ducharme. Salí de nuevo hacia esa misma zona de la playa para ver artesanías. Volví cuando se nubló y comenzó a refrescar.
Recogí un abrigo para ampararme del viento y salí otra vez pero hacia el otro lado. Mi plan era conocer a pie las playas más allá del Morro do Cristo. Al final sólo llegué hasta Ondina, pero el clima estaba tan feo que todo se veía gris. Me alejé del viento y volví al shopping de Barra para cenar con música de jazz.
Al día siguiente abandonaría Salvador para adentrarme en el interior del estado de Bahía.
PENDIENTES: Tour a Mangue Seco (no se puede ir por cuenta propia o lo hubiera hecho), Buceo en Porto da Barra, playas de Itapuã & Flamengo.
DATOS:
Colectivo 1001 del aeropuerto a Barra y Praça da Sé en el centro de Salvador.
Si se hospedan en Praia do Forte es posible contratar un paseo para avistar ballenas. Me interesaba pero no se puede hacer si uno va por el día. Les dejo el dato de una empresa que realiza la excursión: Portomar.
Autobuses a Praia do Forte: Expresso Linha Verde (138/138EXE/138URB). Sale de la terminal y tarda 1:30h aproximadamente. +55 71 99658-1305. También está la Linha Branca, una combi que sale del centro comercial de Iguatemi a las 6:10 y las 10:40. Confirmen horarios antes de ir. Como yo no logré hacerlo preferí ir con un tour.
La terminal náutica está atrás del Mercado Modelo. Los pasajes en ferry a Itaparica son muy económicos. Tienen una tarjeta específica para viajar, pero no sé si es obligatoria como la SUBE. Los colectivos también funcionan con una tarjeta, pero permiten pagar en efectivo.
Se puede ir en catamarán directo al Morro de São Paulo (R$ 138,70), pero me dijeron que lo pasan muy feo porque se mueve mucho (va por mar abierto) y muchos terminan vomitando. Transporte Ilha Bela o Bio Tur. El catamarán sale a las 9/10:30/14:30 de Salvador y a las 11:30/14/15 del Morro.
Lanchas Dáttoli de Bom Jardim (Valença) al Morro o viceversa: de 7 a 18h.
En el Morro de São Paulo me quedé con ganas de contratar alguna actividad con Zimbo Dive Tur: scuba dive (R$200), kayak (R$50), bicicleta (R$60), cabalgata en la playa (R$120), paseo en calesa (R$80), cuatriciclo (R$400), excursión a Moreré (R$200), Excursión a Gamboa (R$80). Están en la tercera playa. +5571991251023/ 75992042586. Tenían paseos de snorkel embarcados.
En el Morro también hay restaurantes con precios más económicos. Sólo hay que caminar un poco.
Catamarán Ilha dos Frades: 7199221-8185/ Graziele 71992138740 reserva@privetur.com.br Tienen un stand en el Mercado Modelo.
Todas las empresas hacen el paseo de Ilha dos Frades + Itaparica y todas tienen quejas similares a las mías. Pero tal vez tengan una experiencia mejor. Passeios as Ilhas promete, por ejemplo, tres horas en Ilha dos Frades y cuesta más barato. También está la empresa Apolonio que tiene una ventanilla en la terminal náutica.
Tour a pie por Barra. Muy lindo, pero se supone que es por propina y pedían R$50. Por suerte aceptaron menos plata porque no había llevado tanto. 50 reales son casi 10 dólares. En Pelourinho me ofrecían por esa plata un tour a pie privado. Claro que no con un guía certificado, pero lo cuento para que hagan un cálculo de los precios.
Es posible comprar comida hecha en Hiperideal y en Super Bompreço. El primer supermercado tiene más variedad.
Como dije en mi última entrada, fui al aeropuerto de Heathrow y allí esperé mi vuelo de Iberia a Madrid para luego seguir a Buenos Aires. Londres tiene 5 aeropuertos y a todos se puede llegar con medios de transporte público. Aquí va la info:
Heathrow: Lo más rápido es el Heathrow Express desde la estación Paddington. Se llega en 15 minutos, pero es también la opción más cara (fuera de los taxis, claro). Los subtes tardan una hora y salen de Piccadily Line. Finalmente existe un colectivo, el National Express que los lleva en 45 minutos desde Victoria Coach Station.
Gatwick: Lo más rápido es el Gatwick Express que termina en Victoria y tarda media hora. También hay trenes de Thameslink (desde London Bridge o St Pancras) y Southern Railway (Victoria). La empresa National Express tiene asimismo servicios a Gatwick. Es un poco más lejos del centro que Heathrow.
Luton: Los lleva solamente Thameslink desde St Pancras.
City Airport: Pueden utilizar el tren ligero y bajar en la estación London City Airport. El tren conecta con el subte en varias estaciones.
Llegué bien al aeropuerto de Madrid. Hice los trámites y comí unos nuggets de pollo en Burger King. Salimos puntuales. Traté de dormir un poco (o al menos descansar) luego de ver la película «Tolkien», cierre perfecto de un viaje a Inglaterra.
Llegué bien temprano al aeropuerto de São Paulo. Desde el momento en que compré el viaje sabía de esta larga escala en la cual pensaba salir para visitar un poco la ciudad. Compré algunos reales para manejarme por el día y esperé un rato a que amaneciera. Dejé las cosas de valor en un bolso en un locker (los lockers están en la parte de afuera del aeropuerto) por R$30.
Salí a esperar el colectivo 257 que te acerca a la ciudad ya que no está próxima al aeropuerto. Me costó encontrar la parada. Al final estaba a la izquierda de la salida, pasando los taxis. No tienen que cruzar ninguna calle. El 257 tardó en llegar pero en una hora me llevó a la estación de Tatuapé (cuesta R$ 6,45). Si quieren algo más directo hay colectivos shuttles que van al centro, pero el pasaje es bastante caro. En Tatuapé tomé el subte (R$4) a la estación Sé (línea 3 roja en dirección Barra Funda), en el casco histórico de la ciudad.
El trayecto es largo, pero con una escala de muchas horas es mil veces mejor que quedarse en el aeropuerto. También hay un tren que sale del aeropuerto que conecta con Tatuapé. No probé esa opción ya que me pareció más complicada.
Me impresionó llegar a la Catedral y ver la plaza llena de indigentes. No se compara con Buenos Aires y eso que hay mucha gente durmiendo en la calle. La Catedral es hermosa, especialmente los vitrales que reflejaban sus colores en las columnas de su interior. De ahí pasé a la iglesia San Francisco y llegué a la Plaza de la República. Si pueden, les aconsejo comenzar su visita directamente en la Plaza de la República ya que allí se encuentra la oficina de turismo y los van a orientar bien (la próxima estación del subte). También de ahí parte el autobús turístico. Aproveché a comer enfrente de la plaza pan de queso (delicioso) con jugo de papaya (también delicioso). El lugar se llama Lanchonete da Praça.
En la oficina de turismo me dijeron que en unos minutos había una visita en el mirador del edificio Copan. Era a pocas cuadras así que fui y, tras esperar un rato, subimos en ascensor al piso 32 desde donde tuvimos una vista impactante de la ciudad. Impresionante (y gratuito). Solo tiene dos visitas diarias a las 10:30 y a las 15:30 (de lunes a viernes).
A las 11:30 sale de la Plaza de la República un tour gratuito, pero yo prefería visitar otros sitios.
Volví sobre mis pasos y visité el Patio del Colegio que cuenta la historia de la fundación de la ciudad a manos de los jesuitas. Es muy interesante porque no sabía nada de la historia de São Paulo. El sitio, aunque pequeño, tiene mística. Posee un restaurant por si quieren almorzar, pero estaba lleno de oficinistas.
De allí a otra joya arquitectónica, el monasterio San Benito. Es bellísimo. Una de las iglesias más bellas que he visto. Su techo, sus pinturas, sus vitrales… Es una obra de arte.
Recorrí un poco las calles y pasé a algunos negocios, pero decidí volver al aeropuerto por las dudas de que después hubiera mucho tráfico. Otra vez lo mismo. Subte hasta Tatuapé y colectivo 257. En esta ocasión el colectivo fue más rápido. Había tardado 1 hora y media en llegar a la ciudad, pero la vuelta la hice en menos de una hora. Busqué mis cosas del locker, pasé por migraciones de nuevo y tuve que caminar porque me cambiaron de terminal. Por suerte no estaba apurada.
Me encontraba agotadísima porque casi no había dormido. Comí el sandwich que me habían dado de desayuno ya que por el calor no había querido almorzar. Ya quería llegar a casa.
En Ezeiza compré la opción Bus + remise de Tienda León, pero tuve que esperarlo bastante. De haber sabido que a esa hora todavía funcionaba el 8 directo, hubiera venido a casa en colectivo.
El 8 es un colectivo de línea que termina en Plaza de Mayo y ahora tiene un servicio Express al aeropuerto que se hace por autopista. Funciona con la tarjeta SUBE. Acá les dejo los horarios desde el Aeropuerto de Ezeiza al Centro y viceversa. Sólo funciona de lunes a viernes.
En Ezeiza la parada del 8 está junto a los buses de Tienda León. En el centro, los colectivos parten de Av. de Mayo y Chacabuco.
DATOS:
Terminales de trenes en Londres: Paddington, Liverpool Street, Fenchurch Street, Euston, King’s Cross St. Pancras, Marylebone, St Pancras International, Charing Cross, London Bridge, Waterloo y Victoria. Yo sólo conocí tres: Paddington, Waterloo y St. Pancras. Todas están bien señalizadas y combinan con el subte.
La pregunta general es si conviene salir del aeropuerto de São Paulo. Bueno, eso depende del tiempo de la escala. Tiempos a tener en cuenta: debido al tránsito hay que pensar en 2 horas para llegar a la ciudad y 2 horas para volver (el aeropuerto se encuentra en la localidad de Guarulhos). A eso hay que agregarle el tiempo de migraciones: salida y entrada. En mi caso esto fue rápido, pero puede no ser el caso de todos. Es decir, si tienen una escala de cinco horas, no salgan del aeropuerto. Yo tenía una escala de más de 12 horas lo que me daba tiempo de sobra. Mi vuelo llegó pasadas las 5am de Madrid y el que tenía como destino Buenos Aires partía a las 18:25hs.
¿Qué más se puede hacer en la ciudad de São Paulo? Recorrer el Museo de Arte, el Museo de Arte Sacro o al Museo de la Lengua Portuguesa, ir al barrio bohemio de Vila Madalena, visitar el Museo del Fútbol, caminar por Avenida Paulista, entrar al edificio Banespa, desenchufarse en el Parque Ibirapuera, comer en el Mercado Municipal (aconsejan las empanadas de bacalao y los sandwiches de mortadela) y asistir a un concierto en la Sala São Paulo.
Aprovechando el canje de puntos de la tarjeta, fui a Iguazú y me escapé dos días a Foz ya que no conocía. Salí por Aerolíneas al otro día del paro general, así que ya imaginan lo que era el gentío de aeroparque. Salimos por ende con un poco de atraso pero no mucho.
Una vez en Iguazú tomé en el aeropuerto el «bus» (una combi) a la ciudad, empresa FTT. Tiene un stand apenas salen. El pasaje cuesta $200 (ida). Si son dos ya les conviene un taxi ya que la tarifa fija del aeropuerto es de $ 500. De la ciudad al aeropuerto pueden conseguir un taxi a menor precio, aunque obviamente nunca menos de $200. La combi me dejó en la puerta de El Güembe Hostel House, que reservé por email. En principio yo ya había estado en el hostel cuando viajé a Iguazú por primera vez hace algunos años. Por eso me confundí cuando llegué y descubrí que el edificio era distinto. Resulta que se mudaron. Ahora está mejor ubicado, muy cerca de la terminal. Me tocó una habitación en el primer piso, amplia y cómoda aunque el baño era muy chico. Lo bueno: ubicación, desayuno, cocina completa, wifi gratuito, techos altos, aire acondicionado, televisor en la habitación, armario. Lo malo: el baño era incómodo con la cortina de la ducha casi encima del inodoro, y el duchador eléctrico nunca terminó de calentar.
Llegué y estaba muerta de hambre así que fui a almorzar. Eran las 15:30. Entré en el restaurant El Charo que tenía el menú de parrilla a $230 + bebida. La comida era buena, sólo me molestó que cobraran el pan y no me lo dijeran desde el principio. Como me sobró un churrasquito de cerdo les pedí si podía llevarlo pero me contestaron que no tenían ningún tipo de bandeja o bolsa. Ni lerda ni perezosa me armé un sandwich y lo envolví con servilletas: ya tenía mi cena.
Salí a recorrer el centro. Llegué hasta el hito de las Tres Fronteras donde vi el atardecer. Fui y volví caminando. En una verdulería compré 1 tomate, 1 cebolla y una banana ($10 todo). Ya cerca de la terminal, comí un helado de papaya y açai en Via Venecia. Les recomiendo esa heladería. Un vasito de dos gustos cuesta $50. Yo fui siempre que pude. El de açai es delicioso.
Cené el sandwich que me había armado y lo acompañé con una ensalada de tomate y cebolla.
Al otro día desayuné (había bizcochuelo de chocolate y gajos de naranja!) y salí a la terminal. Llegué a la plataforma 7/8 (la última) a eso de las 9:05hs. Pensé que iba a tener que esperar una media hora que pasara el bus a Foz pero llegó uno enseguida. El pasaje en cualquier empresa cuesta $60 y se puede pagar en pesos argentinos o reales. Paramos en la aduana argentina a mostrar los DNI pero no en la brasilera. Me dijeron que si uno va y vuelve y no piensa alejarse de Foz no es necesario hacer los trámites de ingreso. El colectivo me dejó en la Avenida JK (Juscelino Kubitscheck), a dos cuadras del hotel que había reservado por Booking. No hace falta bajarse en la terminal ya que el bus va por el centro. Va primero por Av. das Cataratas, luego dobla en Av. Jorge Schimmelpfeng y finalmente agarra Av. JK. Lo mejor es hospedarse cerca de alguna de esas avenidas porque los taxis son caros.
Me hospedé en el Jung Palace Hotel, por ubicación y precio. Es un hotel básico pero no me quejo. Me dieron una habitación quíntuple para mi sola de modo que estaba más que cómoda. El lugar era enorme. Lo bueno: comodidad, buena atención, desayuno, wifi gratuito, televisor, aire acondicionado, ducha caliente, cobijas. Lo malo: nada en verdad.
Me instalé, me cambié y salí antes de las 11hs hacia las Cataratas brasileras. Estaba nublado. Fui de nuevo hasta la Av. JK aunque esta vez la crucé. En la misma parada donde paran los buses que vuelven a Argentina uno puede esperar el 120 al Parque Nacional. El cartel dice «Aeropuerto». Se paga con reales. Tarda casi una hora porque entra al aeropuerto antes de llegar a las Cataratas. Lo bueno es que si ustedes van en avión y tienen una escala medianamente larga en Foz, pueden escaparse a las Cataratas o al Parque de las Aves. Allá hay sitio donde dejar las valijas. Los dos lugares están muy cerca del aeropuerto y el bus los deja en la puerta.
Una vez que uno entra al Parque hay que subir a un bus que te acerca a los distintos puntos. Las dos primeras paradas son para paseos que se pagan aparte y son bastante caros. La tercera es ya para caminar a la Garganta del Diablo. Es una caminata corta hasta las pasarelas que te colocan casi abajo de la Garganta con lo que te empapás. Si bien estás más cerca, no se tiene una buena visión panorámica del sitio. Luego uno puede subir y tener una visión más general desde un ascensor.
Es caro, pero terminé almorzando un croissant de pollo (7 reales) porque tenía hambre. Es un lindo paseo. Tres horas bastan si uno no compra agregados. Como hice esa caminata ida y vuelta salí a las 16:15 (o sea, tardé cuatro horas).
Me bajé del colectivo 120 una parada antes para caminar por el centro: Av. Brasil. Hay muchos negocios. La ropa y los zapatos eran baratos. Luego, en la calle Eng. Rebouças, hay una feria con muy buenos precios en sourvenirs, mantas, etc. Casi enfrente del hotel, en Cóccole, compré un helado muy rico pero muy caro: de tiramisú y Rafaello.
Volví al hotel y pedí indicaciones para ir a un supermercado. El supermercado Italo es gigante pero hay que caminar unas 7 cuadras. Tiene de todo.
A la noche fui a cenar a Marías & María Confeitaria, a muy pocas cuadras del hotel. Por poca plata disfruté de una cena pantagruélica. Carne con arroz, ensalada y papas fritas. Rico y económico. Lo acompañé con un jugo de frutilla. La comida es más barata en Foz que en Iguazú. En este caso, 15 reales más bebida.
Al otro día me levanté a las 8, desayuné, pagué, realicé el check out y guardé la valija en una oficina al lado de recepción. Había salido el sol así que aproveché para ir al Parque de las Aves (me recomendaron ir con sol porque sino las aves se esconden). Como el parque se encuentra casi enfrente de las Cataratas, tomé de nuevo el 120. El parque de las aves -R$45- es un ecoparque privado (una especie de zoológico pero con onda). Tiene aves, reptiles y mariposas. Algunas aves están libres y otras en espacios grandes adonde el visitante puede entrar. Hay flamencos, papagayos, tucanes, lechuzas, etc. La mayoría son aves rescatadas o que nacieron en el parque. El ave más extraña que vi es el casuario, un ave grande como un avestruz pero de colores brillantes. Tiene un aspecto peligroso, de velociraptor colorido. Da un poco de miedo.
A la salida iba a ir al hito del lado brasilero pero hacía tanto calor que preferí ir a almorzar y volver a Argentina. Comí un shawarma en Fino Buffet, busqué mi valija y me puse a esperar el colectivo en la misma parada del 120. Tardó bastante. Pasamos por la aduana argentina y después de unas vueltas llegamos a la terminal de Iguazú.
Originalmente mi idea era realizar un paseo en barco por el río Iguazú, pero ya era tarde.
Cerca de la aduana argentina también está el Duty Free Shop. Al final tampoco fui.
¿Qué más hay en Foz para hacer? Bueno, hay un museo de cera, un bar de hielo, un zoológico estatal, una mezquita, varios shoppings… Acaso el tour más famoso es el de la represa de Itaipú. Lo que más me interesó fue el paseo al museo Moisés Bertoni ya que incluye un recorrido en catamarán. Quedó pendiente.
DATOS:
Lleven capa de lluvia para caminar por las pasarelas. No las compren en el parque. Yo compré una por $40 en Puerto Iguazú.
Desde la terminal de Iguazú salen micros a Foz desde las 6:30 cada 30 minutos (a veces menos). Cuesta $60.
Dentro de las Cataratas brasileras se pueden comprar varios paseos: uno es la trilha do poço preto, un camino de 9km que puede hacerse en bicicleta o en vehículo eléctrico + una navegación (R$150); otro es la trilha das bananeiras, un camino de 1,5km que también termina en una navegación (R$150); el tercero es Porto Canoas, un paseo de 20 minutos por el río (R$61); Floating es un paseo en un barco inflable (R$150); finalmente está el paseo más antiguo, el Safari Macuco (R$215). Hay paseos que se pueden combinar para abaratar el precio. Pueden averiguar en la empresa Ecoaventura Macuco. comercial@macucoecoaventura.com.br
En el Parque de las aves también se pueden comprar paseos.
La empresa Echaporã tiene varios paseos náuticos en Foz: paseo por los ríos Paraná e Iguazú (R$95), paseo al museo Bertoni (R$150), Iguazú aventura por las tres fronteras (R$65), paseo por los principales puntos del río Iguazú (R$150), paseo Tres Fronteras (R$95), paseo al atardecer (R$150), Isla Acaray (R$110), macuco Safari + museo Bertoni (R$299), etc.
El último día en Río de Janeiro me despertaron las campanas del convento. Llovía nuevamente. Como tenía tiempo antes de mi vuelo a Buenos Aires caminé un poco por el centro. Conocí otra iglesia y vi la plaza Tiradentes donde el día antes de mi llegada había ocurrido una explosión en un restaurant.
Seguí por las calles de los anticuarios y comí un salgado con refresco de Guaraná en Lapa.
Para ir al aeropuerto internacional y no gastar mucho, tomé un taxi hasta el cercano aeropuerto Dumont (de cabotaje) y desde allí busqué el bus al otro aeropuerto. Es una alternativa si el colectivo no pasa a la vuelta cerca de nuestro hotel.
Todo salió bien, aunque mi valija quedó chueca luego del maltrato aeroportuario.
Números de teléfono para agendar: Policía 190, emergencias 191.
Fortaleza de Santa Cruz desde el mar
Pd. Pueden ir por su cuenta a Ilha Grande. Primero van en micro hasta Angra dos Reis y de allí toman el catamarán o el ferry.
Por fin, y ya casi cuando me volvía, tuve un día completo de sol. Por supuesto, terminé insolada.
Empecé yendo a la Marina da Glória, el puerto de Río de Janeiro, que desde mi hotel se podía hacer a pie. El día anterior, en el tren al Corcovado, me habían dado una promoción de la empresa Saveiros por la cual tenía 50 % de descuento en un paseo en barco. ¡Y no iba a desaprovecharlo!!!
Así que hice el paseo de dos horas por la bahía de Guanabara en un hermoso barco. Desde el mar vimos el Cristo Redentor y el Pan de Azúcar, la fortaleza de Urca y la de Santa Cruz (que parece de película), el exótico museo de arte de Niteroi, el impresionante puente de 14 kms Río-Niteroi, la isla Fiscal, etc. Nos sirvieron deliciosas rodajas de ananá y sandía.
Luego tomé el subte en la estación de Glória hasta la famosa playa Copacabana (estación Cardeal Arcoverde). Antes de llegar a la playa comí algo con agua de coco. Cuando digo agua de coco, me refiero a que abrieron un coco y me dieron un sorbete para tomar el agua. Es muy refrescante.
Recorrí toda la playa de Copacabana, desde el Copacabana Palace Hotel -ahora Belmond Copacabana Palace– inaugurado en 1923 hasta el fuerte histórico (no entré al museo). Me desilusioné un poco porque el agua estaba helada y sólo metí los pies. Me habían dicho que no llevara nada de valor porque hay muchos robos. Especialmente de cámaras. Igual saqué algunas fotos, aunque con recelo y mucha paranoia. Lo más lindo de Copacabana es la rambla con su diseño ondulante.
Finalmente llegué a Ipanema y me enamoré de sus playas. Es el Río que uno imagina por las películas. Me quedé bastante en la playa, sentada en la arena sintiendo el olor verde marino. Ahí las olas son más altas de modo que había una competencia de surf.
Me ganó el calor y fui al museo de piedras preciosas. La verdad es que no es un museo sino un espectáculo de la empresa H. Stern para venderte alguna gema. Te hacen sentir culpable por no gastar ni siquiera mil dólares en un dije. Eso sí, te tratan como un príncipe. Claro que tanta adulación me puso nerviosa. De no ser por esto me hubiera gustado el recorrido. Tiene piedras hermosas. Descubrí el topacio imperial y la belleza del oro blanco. Casi todas las piedras llegan de Minas Gerais y dicen que encuentran diamantes puros en los lechos de los ríos. Igual, si quieren comprar alguna joya es el lugar indicado porque hacen descuento «de fábrica».
Me encantó caminar por el barrio de Ipanema aunque no encontré ninguna confitería donde merendar.
Tomé el subte y bajé en Carioca para ir al cierre del congreso. Luego me di el gusto de tomar el té en un café histórico de Río: Casa Cavé.
Después de tres días de lluvia, el martes por fin salió el sol por la tarde. Visité el convento de San Antonio, muy bello en su manera barroca y dorada, almorcé dos empanadas en el centro y -cuando vi que el sol se asomaba- decidí ir al Pan de Azúcar que estaba más despejado que el Corcovado. SI NO ESTÁ DESPEJADO NO SE LES OCURRA IR. Tengan en cuenta que el teleférico no es barato (ahora está a 62 reales).
En el subte compré la opción «metro + ônibus expresso». Me bajé en la estación Botafogo y de allí tomé el colectivo que va a Urca. Hay que bajarse en la Plaza General Tiburcio. Yo casi me perdí pero me ayudaron y llegué al teleférico. No había gente así que no hice cola para subir.
Subí primero al morro de Urca (220 mts) y luego al famoso y representativo morro Pão de Açúcar (396 mts). Ahí saqué fotos desde sus miradores hasta que me quedé sin pilas, vi largartijas, pájaros y un monito. Tomé sol. ¡Tenía que aprovecharlo! De lejos se vislumbra el Cristo Redentor y la playa de Copacabana.
El morro de granito domina la bahía. Volví al de Urca donde aprendí la historia de todas las elevaciones de Río de Janeiro: todas fueron formadas por magma bajo el mar, antes que éste descendiera. Dicen que son un monumento geológico. En el local Rei do Mate tomé una bebida compuesta de mate caliente, uva, clavo de olor y canela. Me senté a aprovechar del momento. Eso es lo bueno de no ir en excursión. Nadie te apura.
Volví a la base. Tomé el colectivo 513 y luego el subte. A la noche fui a cenar a Chopperia Cinelândia donde pedí el prato popular. Quedé llenísima antes de poder terminarlo (pollo, chorizo, arroz, papas fritas…).
¿Qué pudo haber pasado al otro día? Imaginen… Sí, volvió a llover. Me dediqué al congreso y visité las iglesias de San Francisco y de la Candelaria. Caminando por esa zona llegué a un barrio que parecía Once de modo que hice un poco de «shopping». Aún con un tipo de cambio no conveniente, había cosas muy baratas. Es verdad que el algodón de Brasil es bueno. La próxima vez que vaya compraré otro par de sábanas.
El jueves, por fin, pude respirar aliviada: ¡misión cumplida!. Fui al Corcovado y vi el Cristo Redentor. Cuando me levanté el sol todavía luchaba con las nubes pero a la tarde se fue despejando. Comí en el centro comida china con maracuyá y salí al Corcovado con el mismo método de transporte con el que fui a Pan de Azúcar. Subte hasta estación Largo Do Machado y luego colectivo 580 (con el cartel “Cosme Velho”). ¡Estaba tan ansiosa! Por suerte no había nada de cola. Compré mi ticket y a las 13:20 estaba subiendo al tren. Nos fuimos introduciendo en la floresta de Tijuca con música de samba. Desembarcamos y subimos al ascensor. Del ascensor a escaleras mecánicas. ¡Mi primera visión del Cristo fue de espaldas! Finalmente nos vimos cara a cara.
Creo que tiene 70 mts de alto. Saqué fotos y me quemé un poco por el sol. Como mirador es impresionante ya que domina la vista de la ciudad. A los pies del Cristo hay una capilla que es como el pedestal que lo sostiene, «el mundo». Luego me senté en un bar a tomar un jugo de papaya hasta que se nubló y empezó a refrescar. Di una última recorrida (no quería despedirme) y esta vez bajé por las escaleras de piedra hasta el tren.
La vuelta fue tranquila. Me bajé en la estación de Gloria y recorrí el Parque del Paseo (Praça Passeio Publico) que parece imitar los jardines de Versailles.
Esa noche fui a comer de nuevo a Baby Galeto y comí galeto (pollito) con espaguetis y brócoli. Estaba delicioso.
El día siguiente de mi llegada amaneció con lluvia. Igual todavía no estaba preocupada.
Desayuné y fui a visitar la catedral de San Sebastián: una impresionante construcción en forma de pirámide. Es realmente inmensa. Visité asimismo el Museo Sacro donde está el anillo que el papa Juan Pablo II donó a una favela. De ahí caminé hasta la exquisita iglesia del Carmen (aunque no tomé la visita guiada porque no quería gastarme todos los reales).
Tomé el subte en la estación Uruguaiana y fui hasta Catete para conocer el barrio que me habían recomendado. Es un sitio muy lindo, parecido a Buenos Aires. Almorcé en Karolina’s, un restaurant que vende la comida por kilo y donde se puede comer por poco dinero.
En Brasil todo tiene un gusto distinto. Lo dulce es mucho más dulce y lo salado es más especiado aunque -afortunadamente- no picante.
Después de comer fui a la playa Flamengo (creo que era esa playa). Había poca gente porque aunque no llovía el día estaba feo. Los nubarrones cubrían la cima de los cerros. ¡Negros nubarrones! Metí los pies en el agua que estaba fría, pero no tanto como en Mar del Plata. Me senté un rato en la playa mientras el mar subía. Luego caminé hasta la estación Flamengo. Antes de volver al hotel pasé por el supermercado: la comida no es cara. Lo caro de Brasil es el transporte y la hotelería.
Empezó a llover torrencialmente. A la noche igual salí. Había un espectáculo al aire libre en la plaza de Cinelândia que me pareció interesante de ver. Además pensé que el mal clima haría que fuera menos gente. Cené un sandwich de carne asada + jugo de melón en Spaguettilândia (extraño los jugos de Río) y luego me puse a esperar el inicio del espectáculo en la plaza. La lluvia por momentos se hizo densa, pero igual me quedé. Esa noche me enamoré de Río con Ensaio sobre a beleza que mostraba la unión entre Brasil e Italia. No entendí bien todo lo que decían, pero era fascinante. Hubo acrobacias aéreas, música y color… ¡Maravilloso! Hasta una especie de carroza de carnaval (lo máximo a lo que uno puede aspirar en octubre!)… Música de Verdi, ballet en el aire y samba con imágenes de Botticelli. Pueden encontrar fragmentos en youtube. Recordaron a Carmen Miranda y todos los temas musicales que representan a Brasil. Música de películas de Fellini y mujeres que parecían salidas de Amarcord. Fue mágico.
Al otro día me mojé bastante, pero nuevamente no por meterme en el mar. Después de desayunar comencé a caminar por el centro pero estaba vacío y no me daba ninguna tranquilidad (era domingo). Las nubes negras seguían amenazantes aunque por momentos salía el sol. Decidí ir al Jardín Botánico, un paseo que recomiendo. Tomé el «metro na superfície» en Cinelândia. ¿Qué significa? Bueno, fui en subte hasta la estación Botafoco y de ahí tomé la combinación del micro hasta la parada del Jardín Botánico. Uno sale del subte y al lado están estos micros especiales que continúan el camino por arriba. No tenemos algo así en Buenos Aires así que es difícil de explicar.
Planta carnívora
Es un poco lejos pero vale la pena. El jardín es inmenso. ¡Estuve horas caminando hasta que me echó la lluvia! Lo mejor: el rincón de Eco y Narciso, la Fuente de las Musas, el lago, el museo arqueológico, el Jardín Mexicano, el orquidario con su perfume embriagador, las ruinas de la antigua fábrica de pólvora (ahí comí una hamburguesa con queso), las plantas insectívoras, la gruta, el Jardín Bíblico, el rosedal y el Jardín Japonés (aunque el Jardín Japonés de Buenos Aires es mejor)… Es para volver!!!
Se largó a llover torrencialmente así que salí del parque e hice el camino de vuelta, salvo que me bajé en la estación de subte de Uruguaiana para ir a misa en el Monasterio de San Benito. Es bellísimo, sin palabras. La lectura de vísperas fue hermosa: campanas, órgano y canto gregoriano.
Como seguía lloviendo, cené frente al hotel en Baby Galeto. Buena comida a buen precio.
El lunes no paró de llover en ningún momento. Al menos empezó el congreso. Al mediodía decidí ir al pintoresco barrio de Santa Teresa. Tuve que tomar el colectivo 014 porque el mayor atractivo del barrio, el tranvía o «bondiño», no funcionaba porque un accidente había matado a seis personas. Creo que todavía no funciona, pero pueden averiguar. Sin el tranvía se pierde la diversión del paseo. Tampoco ayuda si llueve o que haya asueto comercial. Caminé un poco y entré a comer en Jasmim Manga. Fue lo que más me gustó de Santa Teresa y lamentablemente creo que cerró. Los negocios estaban preocupados por la ausencia del tranvía porque ya no iban tantos turistas. Comí pasteles fritos de camarón con salsa agridulce y refresco de guaraná. Compré recuerdos en una tienda de artesanías y volví caminando al hotel.
Mi idea era encontrar el convento de Santa Teresa y bajar por las escaleras Selarón, pero me perdí y terminé en el barrio de Gloria. Igual llegué bastante rápido al hotel. El profesor que conozco de Río se asustó cuando le conté porque me dijo que por ahí hay una favela y que lo que hice era peligroso. Luego vi un mapa que tenía el hotel con las favelas de la ciudad y ¡hay una por barrio! Es imposible evitarlas.
Esa noche fui al cóctel de bienvenida del congreso donde seguí comiendo camarones y jugos de frutas. Me harté de canapés (en el buen sentido: amo los canapés!!!).
En octubre del 2011 hice mi primer viaje más allá de las costas argentinas y uruguayas. Me animé a viajar sola a un congreso en Río de Janeiro. Un compañero de trabajo que siempre viaja a Brasil me orientó un poco. Así, por ejemplo, me recomendó hospedarme en el barrio de Catete, más seguro y económico que otros. De hecho, me había pasado el dato del hotel Río Claro. Sin embargo, yo buscaba un sitio más cercano a la sede del congreso, cosa de no gastar en transporte todos los días. Un profesor de Río de Janeiro me pasó el dato del hotel Marajó, ubicado en el centro de la ciudad. Este hotel era muy barato en comparación con los demás pero tenía sus pros y sus contras.
A favor: cercanía a la sede del congreso, al subte (estación Cinelândia), colectivos, cajeros y al casco histórico. Se encuentra casi al lado de las escalinatas de Santa Teresa o escaleras Selarón. El precio. Ascensor. Desayuno -muy básico- incluido, televisión, ducha con agua caliente.
En contra: hice la reserva por teléfono (como mi portugués es casi inexistente, la hice en un locutorio con mi compañero de trabajo que es profesor de portugués) pero cuando llegué no la tenían. Me llevaron por esa primera noche al Hotel Americano que está en la misma cuadra. Este otro hotel era un poco más caro (y el plus tuve que pagarlo yo) y tuve que subir dos pisos por escalera con mi valija. Lo peor fue subir y bajar esas escaleras.
El ruido. Tal vez fuera porque me acostaba temprano, pero la ventana daba a unos vecinos no muy silenciosos (tendría que haberme cambiado de habitación). ¿La solución? Cerraba la ventana y ponía en marcha el aire acondicionado. Era de los viejos y el sonido del motor apagaba los demás ruidos. Como me daba frío dormía bien abrigada con frazadas y tapaba un poco la salida del aire con una toalla. Finalmente estaba el tema de la ubicación. Si bien es cómoda, la zona no es muy linda de noche. Igual nunca pasó nada.
En conclusión, no es un mal hotel (si bien no es turístico) pero si vuelvo a Río seguiré el consejo de mi compañero.
Del aeropuerto de Río de Janeiro al centro, pueden tomar un autobús que los deja en Cinelândia. Ese mismo colectivo sigue luego hacia Copacabana e Ipanema. Lo toman en el primer piso del aeropuerto internacional, terminal B. Autobús nº 2018.
Lo primero que hice cuando llegué y me instalé en el hotel, fue ir a comprar agua mineral a un supermercado. Por seguridad, NO beban el agua de la canilla.
Cené en el hotel unas empanadas de pollo («empanadas de frango») que compré en la peatonal. Allá es posible comprar casi todo con tarjeta de crédito y/o débito.
Esa noche empezó a llover. Estuve una semana en Río y la lluvia arruinó mis planes. Quería ir a Ilha Grande, a la Fortaleza de Santa Cruz en la isla de Niteroi y quizás comprar algún tour. Me había fijado en el tour Islas Tropicales o en la excursión a la selva de Tijuca. No pudo ser. El clima tormentoso perduró hasta que me fui.
Las frases que me salvaron en Río:
Bom dia. Boa tarde. Boa noite.
Obrigada. Muito obrigada.
Quanto custa isto?
Nâo percebo. Fale mais devagar, por favor (No entiendo. Hable más despacio, por favor)
Desculpe, onde fica…? (dónde está…?) Ej.: Onde fica a praia? / Onde fica o banheiro?
A conta, por favor.
Fas favor! (perdón)
Leite (leche), vitamina (licuado), chá (té), misto quente (tostado mixto), batatas (papas), cartâo de crédito. Otras frases.
Igual llevaba siempre conmigo un pequeño diccionario.